Estas últimas semanas en clase hemos dado el tema del precio. El precio en sí no es lo que condiciona nuestra compra de un producto, sino que lo que más nos influye a la hora de tomar decisiones es la "imagen de gasto" que tenemos de la compra del producto. Es decir, que no es el gasto en sí lo que nos condiciona, sino la percepción que tenemos de dicho gasto. Esto puede influir tanto de forma positiva, cuando, por ejemplo, se nos dan muchas facilidades a la hora de hacer el pago (por ejemplo, pago a plazos sin intereses), lo que nos hace percibir el gasto como menor; o de forma negativa, cuando además del precio, el consumidor tiene que hacer esfuerzos extra para conseguir el producto (por ejemplo, tiene que desplazarse muy lejos para conseguirlo).

Hoy en día nos hemos convertido en la sociedad de la conveniencia. Lo queremos todo ya, y a ser posible sin mover el culo del sofá. Hacemos la compra de la semana por internet para que nos la traigan a casa y así no tener que andar 5 minutos hasta el supermercado de la esquina. Hoy en día es extremadamente importante para las empresas facilitar lo máximo posible la compra al consumidor, si quieren tener éxito. Esto ha quedado claro con la proliferación de la posibilidad de pagar a plazos casi cualquier cosa, el éxito de la venta por internet, etc.

Las nuevas tecnologías son las principales causantes de esta nueva "comodidad" a la hora de comprar, de esta reducción de la percepción del gasto por parte del consumidor. Ya hace años que utilizamos las tarjetas de crédito, de forma que ni siquiera vemos el dinero físico que pagamos por las cosas. Muchas veces cuando pagamos con tarjeta no nos damos cuenta del dinero que realmente estamos pagando por las cosas, no somos conscientes del gasto real que estamos haciendo, y esto nos ayuda a consumir y a gastar más de lo que lo haríamos si tuviésemos que sacar físicamente los billetes de la cartera y dárselos a otra persona. Y además, resulta que al final la cartera se queda vacía, mientras que la tarjeta parece no tener fondo.

Sin embargo, todavía no hemos llegado al colmo del desarrollo tecnológico. El futuro (que está a la vuelta de la esquina, incluso se ha empezado ya a implementar a pequeña escala) es el pago mediante el teléfono móvil.




Sólo tendremos que acercar nuestro teléfono móvil a un lector, e inmediatamente habremos pagado el café con leche del desayuno, el periódico o el pan. Ni siquiera parecerá que estamos pagando de verdad. Contribuirá a reducir dramáticamente nuestra imagen de gasto, en unos segundos habremos desembolsado una cantidad indefinida, sin apenas darnos cuenta.

Según este informe, los pagos Contactless con el teléfono móvil suponen en la actualidad cerca de 3 millones de dólares, sin embargo, en los próximos años va a experimentar un boom espectacular, alcanzando cerca de 10 millones de dólares anuales en el 2018. Esto se va a ver reforzado por el apoyo de Visa y MasterCard, dos de las compañías de tarjetas de crédito más importantes del mundo, y por aplicaciones como el iWallet de Apple, que la compañía está preparando para su lanzamiento. Probablemente supondrá una revolución en los medios de pago casi tan grande como la que supusieron las tarjetas de crédito, y definitivamente estimulará el consumo de manera exponencial.


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