Hoy vengo ha hablar de un género de publicidad en concreto bastante controvertido. Se ha hecho un hueco en nuestros hogares, en nuestras televisiones y en nuestros corazones: la teletienda. Amamos y odiamos cada minuto a partes iguales. ¿A quién no le encanta ver a gente frotándose crema de baba de caracol en la cara, o poniéndose bragas-faja de cuello alto que se supone que te hacen parecer una sílfide? Duran media hora, tienen una musiquita de fondo extremadamente desagradable, y siempre sale la misma voz en off de un tío que en sus ratos libres debe de ser sin duda vendedor de coches usados o feriante.

Es tan típico de las madrugadas en vela o las mañanas en los canales esos de la tdt en los que no tienen suficiente programación como para llenar las 24 horas del día. Estas joyitas las reservan para unos pocos ojos, cuando el tiempo en antena es barato y la gente está medio dormida y más propensa a gastarse el dinero en un cinturón que hace que te salgan unos abdominales con los que podrías rallar queso de la noche a la mañana y sin sudar una gota.

Los mejores son los americanos, porque los colchones de Lo Mónaco y los pedruscos de Galería del Coleccionista son como menos originales, como menos "exóticos". En cambio, esos americanos en los que se les ve teniendo problemas que nadie con un mínimo de neuronas y coordinación en las extremidades tendría son puro oro. A nosotros lo que nos gustan son las mangueras plegables que se contraen hasta caber en un bolsillo. Eso es lo que necesitamos en nuestra vida para ser felices. Una manguera que quepa en un bolsillo. Por lo que pueda pasar.

Desde el punto de vista del marketing, la teletienda es un poco desastre. Se ha quedado bastante atrasada, y sigue jugando a los trucos de siempre: ¡Llama ahora y recibe otro de regalo!, ¡Es una oferta limitada, solo los 10 primeros reciben el regalo!, etc. Digamos que no es la publicidad más sofisticada y elaborada que existe, pero al parecer es eficaz. Probablemente una de sus principales ventajas es que es barata. Probablemente yo con una cámara de vídeo, cuatro personas elegidas a dedo para hacer de actores (porque para qué nos vamos a engañar, los actores de la teletienda no es que vayan a ganar un oscar en un futuro cercano) y un curso acelerado de edición de vídeo podría hacer un anuncio tan bueno como cualquiera de la teletienda. El tiempo en antena en el que la teletienda se emite es el más barato que existe, así que tampoco resulta muy caro.

Yo todavía no conozco a nadie que haya comprado algo en la teletienda (o que esté dispuesto a admitir que lo ha hecho y que tiene seis botes de crema de baba de caracol en casa porque comprando uno le regalaban otros veinte), pero por lo visto tiene mercado, y a pesar de los terribles actores que contratan, sigue pegando fuerte y no tiene pinta de que vaya a irse a ningún lado.


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